Fase inicial del plan de paz para gaza
Se camina hacia la fase final del cuarto año de la guerra en Ucrania con una clara escalada que la posiciona, ya no como una guerra proxy sino como una guerra que, de no ser intervenida mediante la continuación del proceso de conversaciones de paz, puede llegar a expandirse con una incómoda posición para Europa y Estados Unidos.
La reticencia del Kremlin a continuar las conversaciones de paz para poner fin a la guerra en Ucrania, ya sea en reuniones bilaterales con el presidente ucraniano o trilaterales, sumando al presidente Trump, ha generado un clima de creciente impaciencia en Washington y un estancamiento de todo lo avanzado. En lo principal, esto ocurrió debido a la negativa del presidente Putin a negociar directamente con el presidente Zelenski y a la negativa de este a aceptar el plan propuesto, que implica para Ucrania ceder territorio.
Ante esta parálisis negociadora, se produjo un relativo distanciamiento entre los presidentes Putin y Trump. El primero optó por continuar posicionándose en el campo de batalla. El segundo, optó por estudiar la posibilidad de acceder a las peticiones ucranianas de entregarles misiles Tomahawk, que pagaría Europa, para ataques en la profundidad de Rusia. Sin embargo, ambas partes quieren terminar la guerra. Estados Unidos porque es el intermediario de este proceso y Rusia porque, de continuar, su economía inevitablemente se verá muy afectada.
Por ahora, el presidente Trump ha autorizado a Ucrania a efectuar ataques en territorio ruso con los misiles que ya posee y además le está proporcionando la necesaria inteligencia para la selección de objetivos específicos (The Wall Street Journal, 2025).
La Guerra de Misiles
Como parte del mecanismo de presión sobre el Kremlin, el presidente Trump se encuentra estudiando la posibilidad de entregar a Ucrania los señalados misiles de mediano y largo alcance Tomahawk que el presidente Zelenski le solicitó durante una reunión al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de este año en Nueva York.
Según el vicepresidente estadounidense J.D. Vance, Trump tomará pronto la determinación final, considerando la alternativa que mejor convenga a los intereses de los Estados Unidos y teniendo en cuenta que ello implica un importante nivel de escalamiento en el conflicto que provocaría su distanciamiento definitivo de Rusia (Indeksonline, 2025).
De hecho, el propio presidente Putin ha señalado que dicha autorización “podría dañar seriamente las relaciones entre Moscú y Washington” y su encargado de prensa, Dmitri Peskov, advirtió el 8 de octubre que las capacidades nucleares y el alcance de dichos artefactos los posicionan como una línea roja para Moscú (Euronews, 2025).
Para el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dimitri Medvedev, el principal problema con este tipo de misiles es que en vuelo no se puede saber el tipo de carga que traen, convencional o nuclear, lo que constituye un dilema para Moscú.
De esta manera, a bordo del Air Force One de camino a sellar la primera fase de la paz en Medio Oriente, Trump señaló que antes de tomar la decisión esperaba hablar con el presidente Putin, a quien le advertiría que podía acceder a la petición ucraniana si la guerra no es resuelta en un plazo razonable (Euronews, 2025) e (Infobae, 2025).
Dicha conversación se produjo efectivamente el jueves 16 de octubre y en ella, junto con dicha advertencia, ambos líderes acordaron reiniciar el proceso de conversaciones en Budapest, Hungría, en los próximos días, lo que aleja la posibilidad de entregar a Ucrania los señalados misiles Tomahawk.
El problema de las fuerzas ucranianas en el frente es que la modernización de los misiles rusos ha hecho caer la tasa de interceptación de los sistemas de defensa Patriot estadounidenses con los que cuentan, debido a que estos misiles tienen la capacidad de eludir los interceptores en los últimos segundos antes del impacto.
Hasta ahora, Ucrania ha recibido de sus aliados sistemas de misiles Himars, Storm Shadow y misiles Scalp, debiendo Ucrania reemplazar los Taurus que no le fueron entregados por los Flamingo, hechos en Ucrania. Sin embargo, han dejado de utilizarse porque son fácilmente detectables por la tecnología rusa, haciéndose necesario para ellos adquirir otros modelos, como el Tomahawk, que corresponde a un misil naval de crucero, que es lanzado desde buques de guerra y submarinos de la flota norteamericana. Es un misil relativamente lento, cuya velocidad es de aproximadamente 880 km/h, con un alcance real de hasta los 1.600 km. Tiene la ventaja de poder volar a baja altura, entre 30 y 100 metros, y es guiado satelitalmente mediante GPS, lo que, sin embargo, lo hace vulnerable a determinadas interferencias electrónicas.
Si bien, dadas las condiciones del terreno, podría bombardear hasta 1.000 objetivos sensibles dentro de Rusia, dada la tecnología de los sistemas de defensa antiaérea rusa, principalmente de sus S-400 y S-500, es probable que puedan ser detectados. Se estima que, sumados sus correspondientes soportes de lanzamiento, repuestos y costos asociados, cada misil cuesta 3 millones de dólares (Missile Threat, 2024).
															Figura N°1 Misil Tomahawk Nota: Infobae (2025).
En los arsenales de Estados Unidos existen unos 4.000 Tomahawk de los cuales 3.500 están instalados en buques y submarinos. Otros 200 misiles se encuentran en la flota británica. Por tanto, quedan disponibles no más de 300, de los cuales hasta 50 podrían ser vendidos a Europa. Además, como Ucrania no tiene submarinos ni buques, para su lanzamiento tendría que contar también con el sistema de ataque terrestre norteamericano denominado “Sistema Tifón”.
Solo hasta que se llegue a un eventual “alto el fuego” o a un “Acuerdo de Paz”, Rusia continuará alargando la guerra tanto para aumentar sus cuotas de movilización como para consolidar o extender el territorio conquistado. Para Estados Unidos, en cambio, las promesas del programa de Trump, así como las presiones internacionales, hacen necesario que esta situación llegue pronto a resultados específicos. Para Ucrania, el tiempo también apremia debido a que, como país, está experimentando un proceso acelerado de descomposición interna y debe lidiar con severos problemas socioeconómicos y con luchas internas de poder . Ante ello ha optado por fiar todo a las armas que pueda obtener.
La Guerra de Drones
Fuera del campo de batalla ucraniano, durante las últimas dos semanas la violación del espacio aéreo europeo por drones ha originado importantes tensiones dentro del flanco oriental de la OTAN y recientemente también en el norte, cuando el lunes 6 de octubre, las actividades en el aeropuerto de Oslo se vieron interrumpidas debido al avistamiento de este tipo de aeronaves no tripuladas.  
Inmediatamente después de iniciadas estas incursiones, los líderes europeos hicieron recaer sus sospechas sobre Rusia, supuestamente utilizando estas estrategias de amenaza híbrida para poner a prueba el sistema de defensa de la Alianza Atlántica. Rusia, sin embargo, lo niega hasta el presente.
															Figura N°2 Rusia obliga a Europa a prepararse frente a la amenaza de los drones y la seguridad aeroespacial pasa a constituir una prioridad Nota:The Conversation (2025).
En este contexto, la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, dijo que las señaladas incursiones demuestran que Rusia ya está en guerra con Europa. Así, expresaba que “un día es Polonia, otro día es Dinamarca, el siguiente Alemania y probablemente en las próximas semanas será otro el lugar afectado por sabotajes, drones desconocidos volando en el espacio aéreo o doméstico y otros tipos diferentes de episodios que nos deben hacer reconocer que lo que existe es una guerra híbrida que solo puede provenir de Rusia”. Para Frederiksen, esta es la situación más difícil y peligrosa ocurrida después de la Segunda Guerra Mundial.
La Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, cree que los ataques con drones son de responsabilidad rusa y que constituyen el inicio de una guerra híbrida contra Europa que se encuentra, por la cantidad de sucesos y objetos detectados, en una considerable escalada.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha comentado que la inaceptable y peligrosa incursión de drones rusos no constituye un incidente aislado y que la imprudencia a lo largo del flanco oriental es cada vez más frecuente, no afectando solo a Polonia. Por ello la Alianza Atlántica se ha visto obligada a diseñar la “Operación Centinela Oriental” de carácter flexible y ágil, que involucra a efectivos de Dinamarca, Francia, Reino Unido, Alemania y otros países, para poner a disposición del conjunto comunitario defensas aéreas y terrestres integradas con capacidades mejoradas y un adecuado nivel de información para la detección de estos objetos (Europa Press, 2025).
En consideración a lo señalado, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, plantea crear un “escudo antidrones” que cubra toda Europa, no solo el flanco oriental, y que pueda ser utilizado para un amplio espectro de situaciones tales como las incursiones de drones, los procesos migratorios irregulares, las operaciones híbridas, agresiones armadas, etc. Ante ello, ha explicado que “si acordamos que Ucrania es nuestra primera línea de defensa, debemos aumentar el apoyo militar, anunciando el desembolso de 4.000 millones de euros, de los cuales más de 2.000 millones serán invertidos en drones para los países europeos” (Diario Estrategia, 2025).
Si bien los líderes de Europa no trepidan en señalar a Rusia como la causante de la violación del espacio aéreo europeo, todavía no existe certeza de la procedencia de los drones derribados en Polonia y, respecto del caso danés, estos provenían de Alemania. Lo mismo se repite para la situación en los países bálticos. Además, la procedencia no clarifica la autoría real y Rusia, como es de esperar, niega su participación en estos hechos. De este modo, bajo un “patrón concertado de actividad” señala que se trata de “ataques de falsa bandera” (The Conversation, 2025).
En ese contexto, el secretario de prensa del Kremlin, Dmitri Peskov, comunicó que las declaraciones de los líderes europeos son “radicales e infundadas” y el viceministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, Alexander Grushko, los acusó directamente de estar detrás de dichas incursiones de drones con el objeto de aumentar la sicosis militar y obligar a los parlamentos europeos a aumentar el gasto militar.
Según algunos analistas, Rusia ha llevado a cabo misiones de sabotaje, interferencia de guerra electrónica (EW), interferencias de GPS e incursiones con drones en el espacio aéreo de la Alianza Atlántica. Esta primera fase o “Fase cero” correspondería a un patrón de actividades organizadas que configurarían las posibilidades de acceder a un nivel de guerra más alto, que se estima según algunos, podría estarse planeando para una guerra contra la OTAN, o por lo menos, para amenazar con dicha posibilidad (The Conversation, 2025).
Pese a la posibilidad de estar siendo inducidos, en la reciente cumbre de Copenhague se clarificó que el objetivo europeo es generar en Europa un proceso armamentístico sin precedentes, porque los sucesos actuales podrían constituir la fase híbrida de un conflicto mayor.
Conclusión
Las peticiones ucranianas de misiles Tomahawk deben entenderse como un mensaje delicado que traspasa las líneas rojas fijadas por el presidente Putin, al representar una amenaza significativa a la integridad territorial de Rusia que, sin embargo, no puede alterar el destino final de este conflicto. Por el número de misiles disponibles que eventualmente podrían venderse a Europa para su utilización por Ucrania, se estima que su autorización y uso resultarían contradictorios, ya que estratégica y militarmente provocarían una escalada del conflicto en lugar de detenerlo, con pocas posibilidades de que Occidente o Ucrania obtengan un beneficio concreto. Peor aún, las relaciones entre el país mediador, Estados Unidos y Rusia se verían claramente deterioradas, sin contar con la posible respuesta militar que Ucrania y algún otro país podrían recibir.
Se considera, además, por algunos analistas, que las incursiones furtivas de drones y aeronaves en el espacio aéreo de Europa forman parte de la “guerra cognitiva de Rusia”, cuyo propósito sería demostrar que esta fase híbrida podría constituir la antesala de un conflicto mayor con Europa o la OTAN. Aunque su objetivo sería evitar que Europa continúe apoyando a Ucrania, para los líderes europeos esto implica comenzar a preparar a sus ciudadanos ante los costos que supondrá alcanzar un mínimo de autonomía estratégica y de defensa.
Según algunos expertos, después de la reunión de Alaska, el presidente Putin ha seguido una política sumamente arriesgada que ha llevado la situación al borde de un conflicto abierto. Los combates se han intensificado en el frente de batalla y la presunta guerra híbrida rusa en Europa es motivo de elevada preocupación. Por su parte, las declaraciones del presidente Trump reflejan su molestia con su par ruso por el estancamiento en las conversaciones de paz. No obstante, cabe recordar que no solo Rusia rechazó las condiciones de un eventual acuerdo, sino también Ucrania, que se niega a ceder parte de su territorio.
Finalmente, la reciente conversación entre los presidentes Trump y Putin cierra temporalmente la posibilidad de que Estados Unidos autorice la entrega de misiles Tomahawk a Ucrania, y abre una nueva oportunidad para reiniciar el proceso de conversaciones de paz. Sin embargo, dado que las partes mantienen sus mismos intereses y argumentos, el éxito de este intento dependerá, entre otras variables, de si el presidente Trump logra que los países en conflicto cedan parcialmente en sus posiciones para concentrarse en alcanzar un “Acuerdo de Paz”. Parece ser la última oportunidad que se tiene para ello.